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El bosque petrificado de Jaramillo


Tronco hueco petrificado
Cuando hablamos de dinosaurios, nos resulta especialmente emocionante pensar en esos tremendos animales de varios metros de alto. Sin embargo pocas veces nos ponemos a pensar que, ayer como hoy, para poder sostener ecológicamente a esas moles de carne y dientes era necesaria una flora muy potente que fuera la base de la pirámide alimenticia del momento. Conocemos perfectamente los fósiles de aquellos temibles lagartos, pero para el gran público parece que los bosques que pisaron y de los cuales se alimentaron simplemente no existen. Pues bien, si desea maravillarse y quiere ver un bosque jurásico in situ, le recomiendo que se acerquen al Bosque Petrificado de Jaramillo.

Ubicación
El Parque Nacional de los Bosques Petrificados de Jaramillo se encuentra al norte de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia Argentina. Este parque natural de 61.228 hectáreas, aislado en medio de la inmensidad de la estepa patagónica, acoge en su interior la mayor representación de flora jurásica del mundo, la cual podremos visitar en directo. Tal vez se extrañe de encontrar un bosque en medio del erial semidesértico que le envuelva, pero no se preocupe, no se trata de un bosque vivo, sino un bosque petrificado.

Troncos de árboles de hasta 35 metros y 3 metros de diámetro, ramas, cortezas, tocones y piñas, todo ello perfectamente conservado en piedra a pesar de los 160 millones de años transcurridos desde su muerte, conforman un paisaje que nos retrotrae a una época en que, si los dinosaurios eran grandes, la vegetación de la cual se alimentaban lo tenía que ser otro tanto o más.

Tronco con la base de una rama
La preservación de los troncos, unos de pie -sobretodo los tocones y raíces- y otros caídos, es de una calidad tal que si los miramos al microscopio podremos definir incluso las células que conformaban la madera de estos gigantes vegetales, la mayoría pertenecientes al género Araucaria (Araucaria mirabilis) no muy diferentes a las actuales. Sea como sea, también se encuentran fósiles de equisetos (Cola de Caballo) y otras especies vegetales, incluso de hongos. Todo ello denotando un clima húmedo y cálido muy alejado del actual de la zona. Pero...¿cómo llegaron a conservarse de esa manera hasta la actualidad? ¿Qué pasó?

Tronco fosilizado de más de 30 metros
Piña de Araucaria mirabilis
La zona, como he comentado antes, era una zona cálida y húmeda que recibía los aires marítimos del Pacífico debido a que no existía la cordillera de los Andes, lo cual permitía el desarrollo de una esplendorosa vegetación. Según pasaba el tiempo, el Océano Atlántico se fue abriendo, comprimiendo la placa sudamericana contra la placa del Pacífico, levantando la cordillera de los Andes. Este movimiento orogénico produjo episodios de vulcanismo que enterraron los bosques circundantes con varios metros de ceniza.

Troncos diseminados
Al pasar del tiempo, las lluvias y las aguas circulantes fueron sustituyendo los materiales originales por silicatos (permineralización) provenientes de la ceniza en la que estaban enterrados, lo cual convirtió toda la flora preexistente en fósiles con un grado impresionante de fidelidad. Ello ha permitido encontrar piñas completas -hay que recordar que las araucarias son coníferas- en las cuales se pueden observar hasta los piñones.

Este yacimiento paleontológico, descubierto en 1925, declarado monumento nacional en 1947 y Parque Nacional en 1954, ha sido erosionado por el viento y el agua desde su formación permitiendo dejar al descubierto toda la riqueza vegetal de una época, pretérita y olvidada, la cual nos sorprende y maravilla.

Algunos restos tienen hasta 3 metros de diámetro


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